Por Carmen Perilli – Doctora en Letras

El mito de autor está vinculado a su corta y sufrida vida. César Vallejo nació en Chusco, un pueblo del interior, tuvo 11 hermanos; sus padres eran hijos de sacerdotes e indígenas. Publicó sólo cuatro libros de poemas: Los heraldos negros, Trilce, Poemas Humanos y España aparta de mí este cáliz, los dos últimos después de su muerte. De raigambre católica, sus primeras salidas fueron a Trujillo y luego a Lima. Cae preso acusado falsamente y, después 111 días de cárcel, viaja a Europa. Morirá en París después de haber participado de la guerra civil española. En uno de sus poemas póstumos leemos “Me moriré en París con aguacero, /un día del cual tengo ya el recuerdo”. El tema de la muerte y el dolor atraviesa toda su obra. Recordemos los versos de Los heraldos negros: “Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé”. Su imagen de poeta triste opaca la del hombre comprometido con el comunismo que apuesta futuro. Trilce, enigmático nombre que proviene de jugar con triste y dulce -inventa un lenguaje nuevo, casi hermético. El poeta del dolor también revela su carácter afirmativo, que descubre un acontecimiento y refunda su subjetividad, su manera de experimentar el mundo. Expone la condición humana como frágil e incompleta “Y, desgraciadamente, /el dolor crece en el mundo a cada rato,” / Al mismo tiempo “ay siempre que subir ¡nunca bajar! / ¿No subimos acaso para abajo? / ¡Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!”

Libertad y tiempo

Los 77 poemas de Trilce llevan números romanos y su lectura se hace ardua. “Los seres humanos tenemos miedo de reinventar la vida”. “Cómo quedamos de tan quedar”. Narra la crisis de la modernidad de una conciencia periférica. Hay que volver a pensar lo común, erigir una nueva comunidad humana. Víctor Vich señala la importancia de la falta y el exceso ya que lo humano es desbalanceado por naturaleza. La poesía es un lugar para nombrar al acontecimiento que cambiará todo: “Ya va a llegar el día ponte el sol”; “oye a tu masa y a tu cometa”.

Trilce nos recuerda que la escritura debe insistir en la investigación y la libertad. El amor es una reflexión que convoca la muerte y el vacío. La relación Dios/hombre, se ha quebrado. Y este proceso reconoce todavía un sentimiento de un tiempo agónico. El poema II presenta 2 fases del tiempo como formas de un ciclo cerrado: “Piensa el presente guárdame para/ mañana mañana mañana”. La muerte y el tiempo están ligados. La imagen que prevalece es el detrás, el debajo: “Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros, sois el original, la muerte” (LXXV).

El poema XXIII es uno de los grandes textos que se han escrito sobre la madre: “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos /Pura yema infantil innumerable, madre”. Hay una desesperación por la unidad, nostalgia por el desencuentro íntimo. Julio Ortega considera que el poema LXXVII puede ser leído como poética central. La poesía como lluvia dentro de una tempestad, el agua surgiendo del fuego es acción que la poesía se propone íntimamente.” La poesía al tiempo que vence las contradicciones las hace esenciales a sí misma. Hay una armonía escrita con minúsculas. Si la ruptura del idealismo conectaba Los Heraldos negros a Trilce, este descubrimiento del absurdo de la experiencia se relaciona con Poemas Humanos. Vallejo asume la orfandad como medida de lo humano. Vallejo duda constantemente del lenguaje, desequilibra las estructuras. En el poema XXVIII la voz poética adopta un tono desgarrado que se manifiesta por pérdida del hogar propio: “Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir/de tales platos distantes esas cosas, /cuando habrase quebrado el propio hogar, /cuando no asoma ni madre a los labios. /Cómo iba yo a almorzar nonada”. Con Trilce el poeta funda la poética moderna hispanoamericana y nos propone a una lectura radical del hombre. En un poema llamado Trilce afirma: “Hay un lugar que yo me sé /en este mundo, nada menos, /adonde nunca llegaremos”.

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